Hascalana tuvo que ir por semana santa a la provincia de Ocros para cumplir con su labor de hermana Quilefán. A ella no le gustó mucho la idea, ya que el hecho de tomar dos buses para llegar a aquel destino no es muy agradable. Asimismo, uno tiene que soportar a ciertos ambulantes que se suben a los carros para vender ciertos alimentos de dudosa limpieza. La mezcla del calor, del soroche, de la carencia de alimento por unas horas, agravan más la situación.
Lo peor de todo esto fue que, la noche anterior al viaje, Hascalana fue víctima de un resfrío.
La mañana siguiente, ella se despertó a las cinco y media; se vistió con celeridad y partió con Ordenxa y su acompañante a la agencia de buses con rumbo a Barranca.
Apenas llegaron, tuvieron que cargar sus grandes equipajes y subir rápidamente al bus.
Hascalana, durante el viaje de Lima a Barranca, se puso a dormir y a comer un par de chupetes.
Luego les tocó bajar, porque ya habían llegado a su destino. Ordenxa compró unos helados para no aburrirse y unas cuantas botellas de agua mineral que le hacían falta a Tishpha. Minutos después fueron a los servicios higiénicos y luego de ello, retornaron al bus para llegar a su segundo destino: Ocros.
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