Él tiene la costumbre de golpear su cabeza contra el suelo. Le gusta hacerlo. Sin embargo, su madrina le dice que si sigue haciéndolo se irá al infierno y no podrá ver a sus padres que, seguramente, están en el cielo.
Por otro lado, Macario muestra cierta dependencia, pues él sale a la calle solamente con su madrina. Esta lo lleva a la iglesia y le amarra las manos, porque dice que dizque luego hace locuras.
Él se siente muy a gusto con Felipa, pues le encanta tomar su leche que, según su apreciación, se parece a las flores del obelisco.
El cuento culmina cuando Macario se encuentra sentado, esperando a que salgan las ranas. Él aguarda un buen rato, pero no sale ninguna. No obstante, este decide seguir en la espera, ya que si no lo hace, él cree que se irá derechito al infierno, sin pasar por el Purgatorio y sin la posibilidad de ver a sus padres. Mejor, seguirá platicando.
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