Después de aquel sobresalto que tuvieron, entre sueños, Hascalana y Flocorlato; despertaron, aproximadamente, a las ocho y cuarto de la mañana. Ellos se encontraban más tranquilos, ya que gracias a la luz del día podían enfrentar mejor su situación como extranjeros. Salieron del hotel, más o menos, a las nueve y media de la mañana; con el fin de llegar temprano al malecón Simón Bolivar. Ellos llegaron a él, aproximadamente, en doce minutos. Cuando bajaron del taxi, sintieron una especie de emoción, ansiedad y alegría por ser peruanos, ya que lo más llamativo del Malecón era el monumento, en el cual se encuentran Bolivar y San Martín. Lo primero que dijeron, Hascalana y Flocorlato, fue qué bacán, mira es grandazo. Luego ellos siguieron avanzando y notaron que casi no había gente. Según Flocorlato, el Malecón era superior a cualquier lugar turístico de Lima, ya que había un rió enorme llamado Guayas, edificios altísimos, los automóviles eran más presentables, no había basura en el piso y sobre todo porque había un barco en el río. Después de haberle dado un vistazo general al Malecón, ellos decidieron comenzar por la parte izquierda del monumento. Encontraron muchos asientos de madera, estatuas de héroes, un pequeño lago donde flameaba una pequeña bandera ecuatoriana y donde se encontraban unos patos pequeños. Cerca de él, se podía apreciar una zona con mucha naturaleza, ya que había muchas plantas, flores de colores muy intensos y unos cuantos árboles.Frente al Malecón se encontraban unos edificios altos, a los cuales Hascalana les tomó foto y los filmó desde lejos. Instantes después de haber recorrido la mitad del Malecón, los chicos decidieron tomarse un breve descanso que consistió en comprar unas bolsas de chifles picantes, dos botellas de All Natural : una de sabor de naranja y la otra de sabor a limonada. Hascalana dijo: este tipo de bebidas deberían vender en Perú. Luego se tomaron un par de fotos y se filmaron ellos mismos caminando por una pequeña parte del Malecón. Cuando culminó su descanso, siguieron caminando por la parte final del lado izquierdo de donde se encontraba el gran monumento de Bolivar y San Martín. Encontraron un cine en donde no se apreciaba una gran cartelera como en Perú, un poco más lejos; los chicos se toparon con un cajero que se encontraba frente a un patio de comidas que estaba vacío. Ya casi al final de la parte izquierda del Malecón, se encontraba un museo miniatura que se llamaba Guayaquil en la historia, pero ellos no entraron. Frente a este museo se encontraba una reja que, detrás de ella, se podía apreciar los selectivos, los taxis, entre otros medios de transportes. En ese momento, ellos estaban sudorosos. Era extraño, ya que el cielo se encontraba un poco grisáceo y difuminado. Ellos retornaron al monumento, con el fin de continuar su recorrido pero ahora del otro lado. Por el lado derecho pudieron observar algunos restaurantes que aparentaban ser caros, se parecía mucho a los restaurantes más fichos de Larco Mar. Asimismo vieron unos cuantos pubs y tiendas de ropa. Después de unos minutos, ellos volvieron a la parte donde se encontraba el dichoso monumento para poder tomarse unas fotos y para filmar la parte más llamativa de Guayaquil , hasta el momento. Fue difícil que Hascalana y Flocorlato lleguen a tomarse las fotos, ya que justo en esa parte se encontraban muchos escolares que habían ido de visita y muchos ecuatorianos.
Cuando Hascalana terminó de filmar y de tomar fotos, ellos se retiraron a la parte del patio de comidas , para poder entrar al baño, el cual se encontraba muy cerca de él. Después de haber salido del baño, escucharon una canción de Ricardo Arjona que se escuchaba, notoriamente, en la parte de los autoservicios. Ellos se sintieron más familiarizados, ya que, aunque sea, tenían la comprobación de que existía un cantante escuchado por dos países hermanos, llamados Ecuador y Perú.
Cuando Hascalana terminó de filmar y de tomar fotos, ellos se retiraron a la parte del patio de comidas , para poder entrar al baño, el cual se encontraba muy cerca de él. Después de haber salido del baño, escucharon una canción de Ricardo Arjona que se escuchaba, notoriamente, en la parte de los autoservicios. Ellos se sintieron más familiarizados, ya que, aunque sea, tenían la comprobación de que existía un cantante escuchado por dos países hermanos, llamados Ecuador y Perú.
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