Minutos después de que Hascalana logró entrar a la tierra ecuatoriana, fijó más su atención a los paisajes que se veían desde su ventana. Pudo darse cuenta que en nuestro país hermano, hay más vegetación y de que el cielo parece ser más celeste y con nubes más acentuadas. Rato después, Hascalana tuvo que bajar otra vez a las aduanas, pero esta en Ecuador. Este suceso fue más estresentante y emocionante aún, ya que eso de llenar los datos personales en papeles minúsculos, es demasiado tedioso; porque en primer lugar, uno tiene que conseguir aquellos papeles, después uno tiene que llenar sus datos correctamente y por último, hacer su pequeña cola con los demás turistas que aparentan ser de Norte América o de Europa. En el momento que Hascalana estuvo haciendo su cola, fue al baño dos veces por nerviosismo y porque había tomado agua mineral, horas antes.
Después de que todos los pasajeros lograron llenar sus fichas en las aduanas ecuatorianas, el carro continúo su recorrido. Hascalana, inocentemente, pensó que como ya había logrado entrar al Ecuador, faltaban pocas horas para poder ingresar a Guayaquil. De rato en rato, Hascalana se ponía a mirar de nuevo por las ventanas los paisajes ecuatorianos , se ponía a comer snacks y dormía cada media hora.
Aproximadamente dos horas después, tuvo que bajar en un pueblo ecuatoriano, cuyo nombre no lo recuerda, para que unos soldados le revisaran su gran equipaje. Este hecho fue muy breve. Cuando se culminó la revisión de maletas, todos los pasajeros volvieron a subir para que el bus pueda seguir su trayecto rumbo a Guayaquil.
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