domingo, 14 de febrero de 2010

Perdidos en Guayas



Cuando Flocorlato y Hascalana se sentaron en unas mesitas del terrapuerto para comer su combo kentaquero ecuatoriano, no pararon de temblar. Hascalana mientras comía, comenzaba a preocuparse de su estadía nocturna de ese día. Asimismo, no pudo disfrutar muy bien su cena, ya que estaba con mucha taquicardia. Minutos después, Flocorlato le preguntó a un guachi si es que cerca del terrapuerto había hoteles, entonces el guachi le dijo que había cerca del aeropuerto, pero que para llegar ahí, se tenía que ir en taxi. En consecuencia, Hascalana y Flocorlato pensaron que la zona del aeropuerto era igual de maleada que la de Lima.Segundos después, ellos tomaron un taxi en el terrapuerto. Los taxis y los carros se veían más limpios y un poco más formales que los de Lima. Dentro del taxi, Hascalana y Flocorlato tenían pensado hospedarse cerca del aeropuerto, pero el taxista con un dejo medio norteño, les recomendó que mejor se hospedaran un poco más lejos, ya que los precios por el aeropuerto eran muy altos y que, probablemente, cobren veinte dólares por dos personas solo una noche.Por esta razón, ellos continuaron en el taxi para llegar a un hotel más cómodo en todos los sentidos. Ellos pasaron por varias avenidas. Una de ellas se llamaba Machala, Rosales y también pasaron por el centro de convenciones Simón Bolivar, por un cementerio, entre otras muchas más avenidas y locales que Hascalana no recuerda con exactitud. Ellos estaban aterrados en el taxi, ya que existía la posibilidad de que los engañaran por ser extranjeros y chibolos, aún. Después de unos breves minutos, ellos llegaron a una zona un poco sucia y maleada. En breves segundos, el taxista los dejó en una zona, no muy ostentosa que digamos pero pasable al fin y al cabo. Finalmente; el taxista cobra por todo su recorrido, desde el terrapuerto hasta ese hotel modesto, cuatro latitas, es decir; cuatro dólares.

CONTINUARÁ.......................

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