Centro de atención
A Hascalana Quilefán nunca le gustó ser el centro de atención desde muy temprana edad. Jamás le agradó que la mirara la gente mayor, que le hicieran mimos, o que comentaran acerca de su apariencia pueril . Prefería pasar como desapercibida entre la multitud y entre los demás niños de su edad. También le incomodaba, tremendamente, que la observaran en el parque de diversiones o en los centros comerciales. Peor aún era cuando iba a la misa, ya que ella evidenciaba que se aburría y la gente de tercera edad la solía mirar con desdén. Pero lo más vergonzoso para Hascalana era cuando festejaba su cumpleaños; pues no le agradaba, en lo absoluto, que la saludaran o que le llevaran la torta al nido o colegio, porque sería motivo de cuchicheo entre el resto de infantes.
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