Entre juego y juego, Hascalana Quilefán logró desarrollar sus potenciales de manera lúdica desde muy temprana edad. Entre jugarreta y chiste, pudo construir su propio mundo de diversión, ajeno a la inmunda realidad. Entre trampa y broma, ideó una pequeña ciudad de personajes inexistentes en su mente, creando palabras nuevas. Entre trucos e inocentadas, disfrutó casi a profundidad su puericia, saltando y tropezando. Entre dibujo y garabato, logró aislarse del mundo para bienestar suyo.
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