martes, 29 de junio de 2010

La confusión de un espiral


Cuando uno va a Pasamayo o alguna playa piurana o a la sierra peruana, uno logra aseverar que el movimiento culebreante del bus provoca cierto malestar como naúseas, cefalea momentánea, cierta pesadez o, fácilemente, nos sentimos disneicos. Todos estos malestares se deben, quizá, a la altura en el caso de la sierra peruana, ya que cuando el bus empieza su recorrido, todo parece ser rectilíneo, pero cuando ya tenemos media hora de estar en el bus, empieza un interesante zigzag. Gracias a él, podemos darnos cuenta de un emocionante paisaje serrano, pues vemos andenes verdosos y líneas perfectas que dibujan ciertas curvas.
Asimismo, cuando el carro ya tiene algo más de tiempo de estar transitando, nos damos con la increíble sorpresa de que nos encontramos en la cima. Logramos encontrarnos en las alturas gracias a que el bus pareció equivocarse de camino, mas no fue así.
Pudimos llegar a las alturas a pesar de que todo pareció ser la confusión de un espiral.

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