Hascalana bajó del carro, rápidamente, para iniciar su aventura en el distrito turístico, elitista y comercial de Miraflores.
Cuando levantó su cabeza, sintió miedo, ya que se quedó pasmada por el gran tamaño del Hotel Marriot y de los edificios elegantes que se ubicaban cerca de él.
Luego se quedó inmóvil , por unos segundos, para apreciar el panorama.
Bajó las escaleras para empezar su recorrido. En ese momento, ella se encontraba en el segundo piso de Larco Mar. Sintió una leve confusión al ver tantas tiendas seguidas, sin embargo; decidió empezar su recorrido por el lado izquierdo.
Las primeras tiendas que vio, eran, especialmente, para turistas. En varias de ellas vendían ponchos, chullos, adornos que reflejaban la vestimenta de la sierra del Perú y objetos sofisticados artesanales.
Instantes después, pasó por joyerías con precios excesivos y por tiendas de marcas conocidas de ropa, donde un vestido podía costar unos mil soles.
Al bajar las escaleras, encontró tiendas donde vendían ropa cara para niños, una juguería, y tiendas deportivas.
Siguió dando más pasos por aquel suelo miraflorino, hasta que en un momento encontró un apartado oscuro, sintió cierta curiosidad y decidió averiguar de qué se trataba.
Cuando entró no había nadie y se dio con la sopresa de que se trataba de una exposición de fotografía. A lo lejos pudo escuchar un huayno amanerado, era una mezcla de electrónica y arpa.
Después de ver tanta foto exquisita, decidió salir para seguir investigando otros rincones ocultos de aquel centro comercial.
Justo afuera se encontraban varios restaurantes de infraestructura compleja y esmerada. Dentro de ellos estaba Chilis, que parecía una nave espacial y Fridays que poseía varios televisores.
Al costado de Fridays se encontraba una especie de balcón que daba la vista al mar. Hascalana colocó sus pequeños brazos en la baranda para observar con curiosidad y detenimiento, la Costa Verde y La Rosa Naútica. En breves minutos se retiró de allí, debido a su acrofobia aguda.
Solo le faltaba visitar, a grandes rasgos, el primer piso, situación que la obligó a bajar las escaleras nuevamente.
Si mal no recuerda, en aquel piso se hallaba el patio de comidas, escasos juegos para niños, una heladería y unas tiendas pequeñas donde vendían objetos de todo tipo.
Rato después de dar una mirada global, tomó la decisión de volver a subir las escaleras que la conducían al tercer piso, para poder retirarse de ese lugar y tomar un micro que la regrese a su guarida.
Ubicada ya en el tercer piso, caminó hasta el Hotel Las Américas, ya que por ese sitio pasa el transporte público que la conduce hasta su escondrijo ignoto.
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